sábado, 1 de mayo de 2010

a hitman's tale

Entre la mira de mi rifle y mi ojo, ni una molécula de polvo pasa. Entre la mira de mi rifle y mi blanco, 150 metros. Vladimir Bolschekov, ex-general ruso y actual cabeza de una organización narcotraficante que mueve cantidades ridículas de dinero y droga al mes. Doscientos mil dólares, lo que costó hacerme investigar la rutina estándar diaria del anteriormente mencionado, subir a esta terraza y disparar. Siempre le dije a Jack que nuestro trabajo, ya sea en el ámbito militar, tal como lo hacíamos en los viejos tiempos, o en el ámbito de eliminación de sujetos a sueldo, es lo más parecido a Dios que el hombre puede llegar. Me refiero a, estar a cien, o doscientos metros, tranquilamente viendo los últimos momentos de vida de un individuo, y cuando tú lo deseas, simplemente aprietas el gatillo y lo ves morir. Jack nunca se molestó en contradecirme al respecto aunque creo que nunca fue simpatizante de mi comparación.
Disparo y veo como el cuerpo, ya sin vida, de mi objetivo cae bruscamente al suelo. Creo que nunca voy a superar esa leve inseguridad, luego de eliminar a alguien, que me hace permanecer en mi locación por al menos 10 segundos para cerciorarme de que no está herido sino muerto. Guardo mi rifle en mi maletín y procedo a irme del edificio y desaparecer entre la muchedumbre, siendo uno mas de ellos.
Otra de las costumbres que tengo, es ducharme luego de cumplir con uno de mis trabajos. Antes de limpiar mi rifle, de comer algo, antes de cualquier cosa, siempre me ducho. Algunos lo llamarían OCD, aunque la verdad que no sería tan irónico sufrir de ese desorden siendo un asesino a sueldo. Limpiar mi rifle, por más tedioso que pueda llegar a parecer es una actividad que encuentro profundamente relajante. Jack por el contrario, odiaba hacerlo, pero rara vez se quejaba. Supongo que era así porque sabía de la importancia de dicha tarea.
Me preparo algo para comer mientras escucho un poco de música, y a la vez me voy transformando en una persona común y corriente de nuevo, para vivir una vida normal. O por lo menos hasta que suena mi teléfono celular. No el normal sino el que conocen mis clientes.
- “¿Quién y cuanto?”
- “¿Dean? ¿Eres tu?” – Preguntó una voz al otro lado del teléfono que sonaba nerviosa. Creo que fue la primera vez que la oí así.
- “¿Andrew? ¿Que sucede?” – Pregunté en cierta forma sorprendido.
- “Tenemos que vernos Dean. Por dios, todavía no puedo creer que esto haya sucedido. Ven a mi apartamento. Tan solo ven, rápido.”
Corté la comunicación sin responder, aunque fue obvio para ambos que estaba yendo hacia su hogar. Por más misteriosa que la llamada pueda haber sonado, ya me temía el motivo de la misma. Llegué mas rápido de lo que normalmente pudo haberme tomado, a pesar de que el viaje mismo pareció haber durado lo mismo a que si hubiese caminado hasta allí. Subí hasta el tercer piso, golpeé la puerta dos veces, y Andrew atendió.
- “¿Que sucede?” - Pregunté, al mismo tiempo que un detestable olor me hizo estremecer.
- “¿Qué sucede? ¿Quieres saber que mierda sucede? ¡Esto sucede!” - Dijo Andrew frenéticamente, mientras abría el freezer que se encontraba en la cocina.
Tal y como lo había temido. Era Jack, con un balazo en la cabeza.
- “Lo encontré justo antes de llamarte, cuando volví. Tu sabes que no puedo llamar a la policía, no considerando la clase de vida que llevamos”
- “¿Tienes bolsas de residuos?”
Me dispuse a conducir hacia el otro lado del valle, con Andrew a mi lado sin decir una palabra, y Jack en el baúl, prácticamente en las mismas condiciones. Llevaba mi pistola con silenciador en mi bolsillo derecho ya que no quería arriesgar la intromisión de ningún policía. Definitivamente ya no tenía nada mas que perder. Tanto Andrew como yo sabíamos que lo de Jack no terminaba ahí.
Andrew y Jack eran los hermanos que nunca tuve, las únicas dos personas en las que alguna vez confié. Fueron mis compañeros de entrenamiento en el escuadrón militar secreto de francotiradores del ejército norteamericano, y habíamos pasado mucho tiempo juntos en Europa del este, infiltrados, cumpliendo diversos objetivos.
Luego de enterrar a Jack y finalmente despedirnos de él, decidí llevar a Andrew a su casa para recoger lo que necesitase, para que luego viniese a mi apartamento. No podía dejarlo solo.
Vacío. Completamente vacío. Su apartamento había sido vaciado por completo. Si hubiese estado totalmente destrozado y revuelto no me hubiese sorprendido, pero ¿Qué podría estar buscando alguien en el departamento de dos asesinos de poca monta?
Fue en ese momento cuando decidí preguntarle a Andrew que demonios estaba pasando.
- “Esto no tiene sentido Andrew. ¿Por qué habrían de vaciar tu apartamento? ¡Hay algo que no me estás diciendo!” – Grité, casi desesperadamente.
- “Oh, no te preocupes hermano, creo que estás por enterarte” Contestó con una leve sonrisa en su cara, al mismo tiempo que me rociaba con un spray el cual simplemente me dejó fuera de combate.
Mi cabeza daba vueltas y apenas podía ver.
- “Tu sabes, Dean” – la frenética voz de Andrew, nuevamente – “cuando me enteré que buscaban a un francotirador experimentado para semejante tarea, y que, uno de nosotros, los tan temidos y fríos asesinos que atormentaron a Europa del este hace unos años, sería elegido, pues, creo que es totalmente entendible mi comportamiento ¿Tu que dices?”
- “Yo digo que eres una maldita basura que traicionó a su hermano por un poco de reconocimiento y dinero”
- “Oh por favor Dean, ambos conocemos el estilo de vida que Jack llevaba. Ya ni ejercía su tan preciada vocación, se había convertido en un ser miserable. ¿Entre tu y yo? Creo que le he hecho un favor.”
Mi odio en ese instante no me dejó continuar con la conversación. Quería matarlo. Quería matarlo de la manera mas dolorosa posible. Tenía mis manos atadas a la pared, pero mis piernas estaban intactas. No comprendía por qué Andrew olvidaría atarlas, pero supongo que su estado mental en ese momento lo explicaba. Simplemente hice lo que cualquier persona con mi experiencia hubiese hecho; salté y apoyando mis piernas sobre sus hombros, rompí su cuello. No se si fue por el shock que ocasionó la traición de Andrew o cual otro motivo, pero en ese momento no me preocupaba saber que demonios estaba ocurriendo sino mas bien como iba a desatarme.
Ni bien terminé de preguntarme eso, la puerta de la habitación se abrió y un hombre alto, robusto, de unos cincuenta años, entró ligeramente sonriendo y aplaudiendo suavemente.
- “Bien, muy bien. Te felicito Dean. Has mostrado que eres digno, tal y como lo había supuesto, de llevar a cabo ésta importantísima misión”
- “¿De que misión hablas? ¿Quién demonios eres?”
- “Mi identidad no es de mucha importancia, solo debes saber que no soy el enemigo. Andrew mató a Jack, yo simplemente, digamos que he sido un espectador viendo como las fichas fueron moviéndose. Simplemente estoy aquí para ofrecerte una misión, de la cual has mostrado ser digno de realizarla”
- “Normalmente no acepto misiones de personas que provocan que mis amigos se maten entre si”
- “Dean, Dean, Dean, tu mas que nadie sabes que por mas que yo haya sido el que incitó la codicia en Andrew, el ya estaba predispuesto a reaccionar así. No puedes culparme de que el sea un maldito traidor. Además, si no aceptas la misión, tu calidad de vida se verá drásticamente empobrecida, por así decirlo”
- “¿Y de que se trata la tan mencionada misión?”
- “Bueno, podemos discutir los detalles en el auto, simplemente espero que… no te caiga bien el presidente de los Estados Unidos”

No hay comentarios:

Publicar un comentario