miércoles, 5 de mayo de 2010

La tormenta




Era un día de otoño que parecía de primavera. La gente salía a la calle en remera. Nadie entendía muy bien el porque de la inusual temperatura, ya que el día anterior fue mucho mas frío, como venían siendo desde el comienzo de la estación. A pesar de que el cielo se encontraba completamente despejado y sin una nube, además del calor se sentía una gran sensación de humedad, confirmada por los expertos en el área. Sí uno se basaba en la información emitida por los meteorólogos, una lluvia torrencial se avecinaba, pero la realidad era diferente. A pesar de la humedad presente en el ambiente no había signos de una posible precipitación. “Debe ser un error de los meteorólogos que no saben nada hoy en día” - dice la esposa del carnicero – “Ojo que por ahí se nubla de repente y hay que sacar los paraguas a las apuradas” le contesta una vecina, asidua cliente de la carnicería.
Los niños jugaban en los parques como si fuese el primer día de verano, probablemente debido a que sufrieron varios días de frío anteriormente y querían aprovechar lo que sea que durase este clima agradable. Parejas de todas las edades se paseaban por las calles y plazas, como si ésta pseudo-primavera los hubiese enamorado de nuevo. Las aves volaban de un lugar a otro en grandes grupos, como si estuviesen confundidas y ningún lugar fuese de su agrado. Los perros se mostraban inquietos, tal vez debido al cambio brusco de temperatura de un día para otro.
De un momento para otro, el cielo se volvió gris, y un leve viento comenzó a soplar. Era como si esa brisa hubiese, repentinamente, traído un enorme manto gris para cubrir el cielo. El mundo se paralizó unos pocos instantes, para contemplar el infinito gris que los observaba desde arriba. Una columna de luz enceguecedora golpeó la superficie, iluminando violentamente todo, seguida de un ensordecedor estruendo el cual aturdió a todo ser viviente por unos segundos. Eso solo era el comienzo.
La temperatura comenzó a disminuir al mismo tiempo que la suave brisa se iba transformando en un viento moderado, y consecuentemente en un viento de tormenta. Una vez mas los cielos rugieron ferozmente y se iluminaron de manera abrupta, dándole la bienvenida a una suave llovizna que tomaba fuerzas a cada instante. No solo el viento se volvía más fuerte y la lluvia mas salvaje sino que el gris del cielo se había tornado casi negro, como si fuese de noche. Pero en lugar de la luna y las estrellas iluminando la ciudad, los impredecibles relámpagos se encargaban de ello.
La mayoría de la gente corría descontrolada, buscando refugio en sus viviendas; otros trataban de manejar sus vehículos pero la severa inundación y el caos hacían de esto una tarea imposible de realizar. La inundación estaba llegando a niveles ridículos, tal era así que los primeros pisos de los edificios eran inhabitables y cierta gente trataba de huir de la ciudad utilizando botes improvisados. Los helicópteros de rescate que trataban de despegar, caían ante el viento como un ave cae desfalleciente debido a una tormenta helada. Fútiles eran los intentos por escapar, ya sea por tierra como por aire. Todos estaban condenados.
El terror y la desesperanza de la gente parecían alimentar a la tormenta. Mas desesperados estaban, mas fuerte llovía. Cientos, ya sin nada que perder, saltaban al agua con la ilusión de nadar y salvarse, pero solo perecían.
Cuando todo parecía estar perdido y las ilusiones ya habían sido ahogadas por el agua, la tormenta comenzó a detenerse. A medida que se detenía, se podía observar en una pequeña sección de las nubes, como se producía una apertura. Al principio era un pequeño agujero, pero rápidamente se fue abriendo más y más hasta que se detuvo. Un haz de luz lo atravesaba y llegaba hasta la superficie misma. La tormenta había callado y la gente sonreía de felicidad. Pero como ya había sido mencionado antes, todos estaban condenados.
La tierra comenzó a temblar fuertemente y la tormenta reapareció tan rápido como se había ido. El terror volvió a reinar sobre sus almas. Una grieta gigantesca se abrió donde el haz de luz iluminaba y el agua empezó a ser absorbida vorazmente. Muchos fueron arrastrados por la marea, pero otros sobrevivieron en las terrazas de algunos edificios. De todas formas, lejos estaban de ser salvados. Una vez que el gran torrente fue absorbido por completo, la humanidad se había quedado sin su recurso más valioso. Los que no fallecieron en la gran tormenta, lo hicieron días después debido a la deshidratación. Donde alguna vez hubo una gran población, hoy solo quedan restos secos y putrefactos.

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